sábado, 16 de mayo de 2009

Cruces de Mayo de Granada

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Cruces de Mayo de 2009
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Hermandad Jesús Despojado Granada´09
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Homenaje a Washington Irving por el 150 Aniversario de su Muerte
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Comenzó como una fiesta religiosa que conmemoraba el hallazgo de la verdadera cruz de Cristo por Santa Helena en el siglo IV. Del frío y el boato de las iglesias saltó a las casas de los granadinos que comenzaron a montar unos pequeños altares con todo aquello que tenían a mano, las gentes rivalizaban por su belleza y al caer la tarde del día tres de mayo, muchos eran los que iban de un lugar a otro contemplando aquellos monumentos efímeros en torno a los cuales se reunían los vecinos y brotaban los cantes y lo bailes hasta bien entrada la madrugada. La fiesta se hizo grande entre las grandes y los calderos de cobre, los mantones de Manila y los braseros de picón salieron de la intimidad de las casas para ser mostrados a Granada entera. De este modo llegó la fiesta hasta nosotros, con el caldero “pal chavico”, con una manzana y unas tijeras porque en el día de la cruz no vale ni poner pero ni cortar trajes a lo efímero de una obra de arte que tan sólo dura un día.
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En 2009 se cumplen 150 años de la muerte del ilustre Washington Irving (1783-1859), escritor norteamericano que residió en nuestra ciudad en 1929 y que escribió la magnífica y archiconocida obra “Cuentos de La Alhambra”. La Hermandad de Jesús Despojado del Barrio Fígares de Granada ha querido conmemorar esta importante efeméride dando a conocer tanto la figura de Irving como sus leyendas, invitando a los visitantes de su Cruz a leer su magnifica obra.

Dentro de la Cruz, podímos diferenciar tres áreas.

1.- Habitación de Washington Irving


Se reprodujo fielmente la habitación de Washington Irving acorde a los cánones de la época y siguiendo los caracteres que el propio autor hace de ella en su obra. La fusión de elementos moriscos con el romanticismo de la época de nuestro personaje, dotaron de una atmósfera especial a esta estancia donde Irving pasó la mayor parte del tiempo que residió en La Alhambra, pudiendo despertar, todas las mañana, con el agradable canto de los pájaros del Jardín de Lindaraja.

2.- Patio Alhambreño en el Romanticismo


La parte central y, a la vez, principal consistió en una reproducción de un patio alhambreño de la época del romanticismo, precisamente en la que Irving habitó en la bermeja fortaleza. Es aquí donde se localizó la Cruz de rojos claveles naturales que se enmarcaba en una exquisita arcada morisca de La Alhambra, caracterizada tal y como lo estuvo en pleno S.XIX, época en la que se exalta la grandeza de los sentimientos y las sensaciones, por encima de la razón. Washington Irving da rienda suelta a sus sentidos en La Alhambra y en Granada quedado prendado por un paisaje, unos palacios, unas gentes, unas costumbres, que dan rienda suelta a su inspiración. Con este patio alhambreño se ha querido retomar esas sensaciones, recrearlas y volver al pasado, a otra Alhambra que no conocimos y que con sus rasgos y singularidades cautivó a tantas personalidades. La Alhambra es un lugar con historia, que se ha ido adaptando a cada época, sufriendo transformaciones y adquiriendo un carácter distinto. Nosotros conocemos una Alhambra muy diferente a la que conociese Irving hace, ya más de 150 años. He aquí un aproximación de aquello que el paso del tiempo y nuestra historia no nos ha permitido disfrutar. Sin lugar a duda, una visión distinta y evocadora de esa granadina seña de identidad que es La Alhambra.


3.- Cuentos de la Alhambra

Por último, nos encontramos con recreaciones y alegorías de las leyendas más conocidas que tuvieron de telón de fondo a La Alhambra. Dentro de esta Cruz podemos identificar cinco de estos cuentos que los visitantes podrán conocer gracias a los resúmenes que se proporcionaron y gracias a los cuales pudieron descifrar el significado que los objetos cobran en esta Cruz. Éstos mostraban el hilo argumental principal de cada una de ellas, invitando al visitante a leer los “Cuentos de La Alhambra” y, si ya lo habían hecho, a recordar lo que en ellos se cuenta e, incluso, a volver a releer la obra.

Las leyendas presentes en la Cruz de Jesús Despojado fueron:

- La Leyenda del Albañil
- El Peregrino del Amor
- La Leyenda del Legado del Moro
- Leyenda de las Tres Hermosas Princesas
- Leyenda de las Dos Discretas Estatuas

Además, cada una de ellas estuvo identificada con una frase original de la obra, la cual fue cuidadosamente seleccionada.


La Aventura del Albañil


Encontrábase un pobre albañil durmiendo, cuando llamaron a la puerta de su casa. Un viejo cura le ofreció un pequeño trabajo que debería realizar por la noche sin que nadie se enterase. El sacerdote le cubrió los ojos y le condujo hasta el patio de una vivienda donde el albañil, al serle despojada la venda, vislumbró la seca taza de una vieja fuente morisca, en la cual el cura le pidió que construyese una discreta bóveda. Una vez acabado ayudó al cura a trasladar, hasta el lugar, unas orzas que supuso llenas de monedas. El clérigo le pagó con un par de monedas de oro y le dejó a orillas del Genil, no sin antes venderle los ojos.

Pasado un tiempo, un avaro y acaudalado señor le ofreció trabajar en una casa maldita en la que vivió un viejo cura que presumían muy rico pero que no dejó fortuna alguna a su fallecimiento. La única herencia era un misterioso tintineo de monedas de oro que se oía todas las noches y que impedía ponerla en renta. El humilde albañil se ofreció a arreglar la casa a cambio de vivir en ella hasta la llegada de un mejor inquilino.

“Ya no se oyó más por la noche el tintineo de oro en el dormitorio del difunto cura, sino que comenzó a oírse de día en el bolsillo del albañil vivo”.


El Peregrino del Amor
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Ahmed era un príncipe moro al que los astrólogos pronosticaban todos los dones de la perfección, aunque sostenían que su carácter enamoradizo le acarrearía problemas. Fue por ello por lo que su padre construyó un magnifico palacio en la cumbre de la colina para aislar a su hijo y que no conociese el amor: le reclutó en el Generalife. Allí fue educado entre libros y aprendió todas las ciencias y saberes, pero conforme crecía empezó a sentir algo raro que no sabía que era. Su maestro, temeroso de que fuese amor, le enseñó el lenguaje de las aves lo que le permitió poder hablar con ellas. Fueron las que le ilustraron lo que es el amor: “El amor es el tormento de uno, la felicidad de dos y la discordia y enemistad de tres. Es un encanto que atrae mutuamente a dos seres y los une por deliciosas simpatías, haciéndoles felices cuando están juntos y desgraciados cuando se separan”.

Un día, un palomo, al cual curó cuando estaba enfermo hospedándolo en una jaula, le habló de una bella princesa cristiana y éste quedó prendado por ella. La escribió una carta de amor y el palomo se la llevó retornando, herido de muerte por una flecha, con un collar de perlas con una foto suya. El joven Ahmed partió en busca de su amada, sin referencia alguna, y con la ayuda de un búho y un papagayo verde la encontró en Toledo. Su condición musulmana le impedía acceder a ella y para hacerse con su amor tuvo que luchar en un torneo con nobles y caballeros a los cuales venció sin problema gracias a armas y armaduras encantadas. Pero siguió sin conseguir a su amada que cayó presa de una profunda enfermedad fruto del desamor. Ningún médico daba con el remedio así que Ahmed se presentó en palacio haciéndose pasar por curandero y salvando a su amada, lo que le permitió huir con ella gracias a una alfombra mágica con la que volaron sobre la ciudad de Toledo. Juntos reinaron en paz en la ciudad en Granada.

La Leyenda del Legado Moro


Había en Granada un alegre aguador que llevaba por nombre Perejil. Con su borrico y sus cántaras cogía agua del pozo árabe de La Alhambra y lo llevaba con sumo regocijo hasta la ciudad. Este pobre hombre tenía una numerosa familia a la que a duras penas mantenía, con una mujer más preocupada de los cotilleos y los chismes que de su prole. Un día Perejil se encontró con un agonizante moro que, ante su lamentable estado, hospedó en su casa. Antes de morir el moro le entregó una caja de madera que contenía una vela y un pergamino. El terror se apoderó del aguador y su mujer y enterraron al moro sin que nadie viese nada.

Con el tiempo la curiosidad llevó a Perejil al Zacatín donde un moro le tradujo el pergamino que daba la fórmula para acceder a un tesoro escondido en La Alhambra, para lo cual hacía falta la vela que contenía la caja. “Mientas esté encendida, se abrirán los muros más fuertes y las cavernas más secretas; pero desgraciado del que quede dentro cuando se apague, pues quedará encantado en compañía del tesoro”. Una noche ambos fueron a probar suerte y descubrieron un suculento caudal de monedas, joyas y alhajas. Cogieron lo que pudieron y bajaron a la ciudad.

La desgracia quiso que el barbero Pedrillo Pedrugo, un ser despreciable y fisgón, viese a la mujer del aguador enjoyada y fue rápidamente a decírselo al Alcalde que no tardó en llamar a Perejil, quien se vio obligado a contarle todo. Así, junto al moro del Zacatín, al Alcalde, el alguacil y el barbero, subieron hasta La Alhambra a por el botín. La idea del Alcalde y sus secuaces era obtener el tesoro y deshacerse de Perejil y el moro. Accedieron a la sala y se hicieron con una buena suma de enseres hasta cargar del todo al pollino de Perejil. Pero el Alcalde quería más pues quedaba lo mejor y como el aguador y su compañero se negaban a bajar tuvo que hacerlo junto al alguacil y el barbero, momento en el que el moro apagó la vela.


La Leyenda de las Tres Hermosas Princesas
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El rey moro Mohamed, conocido como el Zurdo, tuvo tres hijas gemelas de una relación con una cristiana, la cual falleció. Ante los presagios de los astrólogos, que auguraban que el rey debería vigilar de forma extraordinaria a sus hijas, las envió al Palacio de Salobreña hasta que tuviesen edad casadera, encomendando su educación a Kadiga. Zaida, Zoraida y Zorahaida crecieron y cuando alcanzaron la edad crítica su padre marchó en su busca. A la vuelta se cruzaron con un convoy de prisioneros cristianos, en el que había tres fornidos caballeros que, al paso del cortejo, miraron a las princesas con el consiguiente enfado del rey que les reclutó a Torres Bermejas para realizar duros trabajos. En ese cruce de miradas surgió un profundo amor entre las jóvenes y los lozanos cristianos.

El rey instaló a sus hijas en una torre de La Alhambra donde la pena, por no estar con sus amados, las consumía. Un día Kadiga les habló de ellos y ellas la convencieron para poder verlos. Así, la dueña, hizo que los jóvenes trabajasen cerca de la torre en la que estaban las princesas. Esto permitió que los mensajes a través de la música, el lenguaje de las flores, la poesía, etc. fuesen constantes y el amor entre las tres parejas se consolidaba poco a poco. Los jóvenes tocaban su guitarra y cantaban canciones tradicionales cristianas a la vez que las princesas hacían lo mismo con su laúd.

Un buen día los caballeros consiguieron escapar e ingeniaron la huida de las princesas junto a Kadiga. Colocaron una escala en el balcón de la torre y las princesas empezaron a abandonar su estancia. “Zorahaida se sintió presa de agitación febril; luego, desatando las cuerdas con desesperada resolución, dejolas caer desde la ventana. – ¡Está decidido! – exclamó - ¡Ya no es posible la fuga ! ¡Alá os guíe y os bendiga, queridas hermanas!”. El cariño a su padre pudo más que su amor hacia el joven cristiano.
Zaida y Zoraida, consiguieron escapar, se casaron y fueron felices. Se cree que Zorahaida se arrepintió toda su vida de haberse quedado en La Alhambra.

La Leyenda de las Dos Discretas Estátuas

Como de costumbre, Sanchica subió al cerro del Sol a celebrar la noche de San Juan alrededor de la hoguera y junto a su familia y vecinos. El destino quiso que encontrase una pequeña mano tallada en azabache, presagio de buena suerte según la cultura mora. Sanchica extasiada por su amuleto se alejó del grupo. Al llegar a La Alhambra observó una apertura en la tierra que conducía a un bello salón decorado al estilo morisco donde encontró a una cautiva princesa cristiana apresada por un viejo astrólogo que ella mantenía dormido gracias a la música que tocaba con su lira. Era la noche de San Juan y gracias al amuleto el hechizo se deshizo por unas horas lo que le permitió a la princesa conducir a la niña hasta la Torre de Comares donde había dos estatuas enfrentadas. Ahí donde su mirada se juntaba había un hermoso tesoro. “Di a tu padre que busque el lugar en que las ninfas tienen fijos los ojos,... sólo tus manos inocentes... podrán sacar el tesoro. Aconseja a tu padre que use de él con discreción y dedique una parte del mismo a decir unas misas diariamente para que me vea libre...”. Finalmente, padre e hija, lo consiguieron: dos grandes jarrones de porcelana llenos de oro y alhajas.

La fuerte fe de la madre de Sanchica quiso que contase el secreto a su confesor, el fraile Simón, una persona huraña y maliciosa que se aprovechó de la riqueza encontrada y que, en pocos días, comenzó a menguan considerablemente. Ante esta insostenible situación, el padre de Sanchica urdió un plan de huida para lo que se hizo con un mulo en el que se reencarnó el Velludo un caballo fantasmagórico. El fraile se enteró de sus planes pero fue presa del demoníaco equino que le martirizó durante horas hasta quedar casi exhausto. Cuando quiso recobrar la conciencia fue en busca de las joyas que había arrebatado a la familia de Sanchica, pero sólo encontró piedras y guijarros.

Con el paso del tiempo se supo que la familia había prosperado mucho y era una de las más ricas del reino.








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1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buen gusto.Sí señor. Y una buena forma de unir dos culturas, algo tan granaíno. Enhorabuena por el trabajo