viernes, 6 de marzo de 2009

Estampa Marzo´09

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Los Gatos Comprenden y Disculpan mis Torpes Dramas de Invierno


Largos son los días de invernal espera
cuando el viento silba y grita
su canción de temor y desencanto.

largos son esos días trajeados de zinc
cuando la calle amanece desierta
y los viejos se suicidan lentamente
ante los rojos espejos de las chimeneas.

Largos son. Largos son.
Porque la espera y la esperanza matan
edades solitarias
sueños sin color.

Esos días
los gatos
como negra tropa surgida del exilio
se reúnen en mi casa.

Quieren contemplar mi cotidiano quehacer de invierno
mi conducta para ellos siniestra
mi ingenua confianza
mi actitud inexplicable.

Observan todo con la tristeza silenciosa del maestro
cuyas mudas enseñanzas no intuye el torpe discípulo.
Me ven abrir varias veces el buzón del correo
mi mano que se desliza inquieta por la fría caja
buscando con afán el falso sobre
que esa misma mano depositó allí el anterior día.

Ven mi fingida expresión de asombro
cuando leo el simulado contenido
de una carta absolutamente limpia y blanca.

-“Hoy” –miento- “espero una importante visita”.
Impasibles, escrutan con ojos de expertos
mis nerviosos vaivenes y ademanes
como de persona atenta a una llamada
cuando el eco lejano de algún timbre
sube en espiral por la escalera neblinosa.

Silenciosos, observan mis locas carreras
para descolgar un teléfono que no ha sonado,
que nunca suena.

Escuchan mi conversación alegre y exultante
mi diálogo imaginario con alguien
que no existe.

-“Me anuncian la inminente visita”- vuelvo a mentir.

Los gatos se miran entre ellos
y mueven sus colas con movimiento acompasado.
Por un instante, las chimeneas de sus ojos exhalan
el humo solemne de la tristeza,

Con dolorosa resignación las negras cabezas inclinan
se acercan a la entornada puerta
y desaparecen lentamente.

Perdonan mis absurdas representaciones
comprenden mi proceder histriónico.

Saben que largos son los crudos días de invierno,
y que cuando el viento silba y grita, como ahora
solo la fantasía ahuyenta
el ensangrentado espectro del suicidio.


Marisa Pascual

Fotografía: Juan Fernández Segovia

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