Hay gente que peca de egocentrismo, que vive en la autarquía del "yo" propagándose como espuma en medio de su boca. Son triunfadores, afirman. Otros, más debiles, parecen someterse a las circustancias del presente... y sufren. Para estos últimos escribo. Para los que piensan que en ocasiones el mundo se les cae encima. Los que son objeto de miserables y oportunistas. Ruínes. No los soporto. Siempre fue así, nunca pude tolerar a los "valientes" y chulapos que se aprovechan de la debilidad de los demás. A los demás que pasean su osadía en todos los ámbitos profesionales a golpe de pisotón. O sea, que hay, funcionarios, docentes, sanitarios... que ejercen la soberbia y la crueldad. Esos que muerden en el lugar más fácil. Los que se aprovechan de la generosidad, la bondad. Ruínes, reitero. Y digo otra vez que no los soporto. Por eso es preciso de vez en cuando una clase de autoestima -mínima lección- dedicada especialmente a los que alguna vez piensan o pensaron que son vencidos por las circustancias. Mira, ámate. No dejes de amarte cuando los malos aprieten las fauces, muestren el látigo, saque la pistola de la maldad para disparar a tu corazón. Ámate, insisto. Cuando caiga agua del cielo, pide hielo y márcate un ron con alegría. Cuando llueva, piensa que escampará. Ama a los próximos. Ríe con los que te quieren. Sigue soñando aunque los sueños no se cumplan. No reniegues de tus principios. Que no sepan que te hacen sufrir. Disciplencia, orgullo, indiferencia: porque nada vulnera más que el desprecio. Pide abrazos cuando los necesites (y los que te quieren han de correr a abrazarte). Siempre hay motivos para olvidar a los malos. Siempre hay motivos para que la vida sea hermosa, cálida, alborozada. No te dejes ganar, no permitas que te gane la miseria. En los momentos difíciles piensa en estas letras, quiérete, ámate, no te rindas. Amarse y amar espanta siempre a los que tienen el odio por bandera.
Marisa F. Pascual
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