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...un ordenado desorden de blancas piezas de ajedrez que dibujan un impoluto horizonte, sólo roto por los alargados cipreses que parecen mecerse por el lejano eco de un solitario rasgueo de guitarra procedente de la vecina colina sacromontana fusionando, una vez mas, la tradición árabe y gitana que impregna cada una de las viejas calles del Albayzin. Desde aquel balcón alhambreño pude viajar hasta una de aquellas cuevas de retumbe de tacones y alcuzas de frío cobre colgadas del techo desgarradas tan sólo por una voz morena de ojos negros y flor en el pelo.
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Foto: Juan F. Segovia
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...un ordenado desorden de blancas piezas de ajedrez que dibujan un impoluto horizonte, sólo roto por los alargados cipreses que parecen mecerse por el lejano eco de un solitario rasgueo de guitarra procedente de la vecina colina sacromontana fusionando, una vez mas, la tradición árabe y gitana que impregna cada una de las viejas calles del Albayzin. Desde aquel balcón alhambreño pude viajar hasta una de aquellas cuevas de retumbe de tacones y alcuzas de frío cobre colgadas del techo desgarradas tan sólo por una voz morena de ojos negros y flor en el pelo.
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Foto: Juan F. Segovia
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